Amado hijo, por favor sé fuerte; y aunque la noche sea oscura, la incertidumbre sea grande y la tristeza te abrume, intenta levantar tu mirada al cielo, permanece firme en tu fe y sé fuerte.
No importa por lo que estás pasando, recuerda que cada noche tiene su amanecer y a cada tormenta le ha de llegar su calma. Tan solo el amor y la palabra de Dios es permanente, todo lo demás es temporal.
Y así como el cielo y la tierra pasarán, todas las cosas pasarán y en algún momento tu vida mejorará. Confía y no te doblegues en tus propósitos, pues yo estoy contigo abrazándote con mi amor e iluminando tu senda con la más bella luz.
Da lo mejor de ti a cada instante, lucha por tus sueños y sigue siempre adelante. Llora si tienes que llorar, deja salir tus sentimientos, toda la carga que llevas dentro, pero por favor jamás decaigas, pues en Dios encontrarás esa paz que escapa de toda comprensión humana, esa paz que serena el alma y que te hace sentir tranquilo y esperanzado.
Yo estaré contigo y contigo cuidaré los campos en los que has sembrado tu semilla, para que muy pronto puedas recoger los frutos que tanto has esperado y tu vida sea plena, feliz y prospera.
Y ante todo recuerda que en esta vida nunca tendrás una carga tan grande que tú no la puedas soportar, pues yo sé hasta dónde llegan tus fuerzas y justo ahí cuando tus fuerzas son escasas es donde aparece la fuerza de Dios.
Amado hijo, confía, pues Dios siempre está contigo y mientras más fuertes sean tus pruebas más grandes serán tus victorias. Vive cada día con ilusión y así brillarán en tu corazón la alegría, la esperanza, el bienestar, la paz y mi sublime bendición.
Amén